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Cierzo

23 de abril, Día del Libro

Nunca he entendido el porqué del Día del Libro y las celebraciones anejas; que suelen ser actos políticos ideados al efecto y la consabida lectura del Quijote en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Mala cosa es, sin duda, que el libro necesite protección, campañas, actos públicos... Algo que, además, no hace mella en el ánimo de quien no tiene intención de abrir un libro. A esta especie pertenece, según las estadísticas, el 45% de los españoles. Pero, ¿alguien se traga que el 55% de los españoles lea con asiduidad y aprovechamiento? Los iletrados son legión, que le vamos a hacer. Y a estos analfabetos que nunca leen, que no sacan partido a lo que leen o que ven con desconfianza un libro y todo lo relacionado con la tinta negra, son refractarios a cualquier estímulo librero.

En la lectura se inicia uno de pequeño, en casa o en la escuela, y deja que sedimenten en su alma esas inextricables alianzas entre ideas y sensibilidades hasta que se convierten en una droga, en un hábito insustituible, en un placer.

Vivimos en una sociedad simplona que se alimenta de basura televisiva y demagogia, donde es un hecho demostrado que la mayoría de la gente jamás lee, que incluso ha dejado de fingir que lee. Algo que nos trae al pairo a los que sí leemos.

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