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Cierzo

El blues de la oficina

Estoy aquí sentada otro día más,
contemplando el castillo de Perelada
que hay clavado en la pared,
la ventana que da al oscuro taller
y el corcho raído del suelo.

El teléfono suena,
los clientes gritan y exigen
y yo escondida tras el escritorio
sueño con esos detalles
que me estoy perdiendo:
el calor de esta tarde de primavera,
la brisa con olor a flores,
el café en la terraza del parque.

El espejo del baño me retrata,
la cara cansada,
los ojos irritados,
unos hombros caídos
bajo el peso del trabajo,
un muñeco, en fin, como de paja
que cuelga de un palo
y sueña con la libertad
que ha de darme el reloj.

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