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Cierzo

Librerías parlantes y portátiles

Están en las calles más transitadas de Lima, en las puertas de los centros comerciales, a la salida de los restaurantes. Cortan el paso al peatón ofreciendo en voz baja:"Obras Literarias, Coelho, García Márquez, Vargas Llosa, Saramago". Las exhiben en sus manos como manojos de cartas. Son los vendedores ambulantes de libros piratas, un típico trabajo informal de Perú que comienza a extenderse por las capitales latinoamericanas.

La UNESCO estima que la industria editorial legal moviliza unos 5.000 millones de dólares anuales en España y América Latina. Pero el mercado paralelo de los libros piratas asciende a 8.000 millones. Sólo en este continente se reproducen, de manera ilegal, unas 50.000 millones de páginas anuales, equivalentes a 250 millones de libros. Las pérdidas por derecho de autor suman 500 millones de dólares.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez ha sido víctima por segunda vez de la sorpresiva aparición de sus novelas, en ediciones piratas, previo al lanzamiento oficial. En el 2002 ocurrió con su autobiografía "Vivir para contarla". Esta semana volvió a repetirse con su última obra "Memorias de mis putas tristes".

La venta en las calles bogotanas de la edición falsa obligó a la editorial Norma a adelantar una semana su lanzamiento previsto para el 27 de octubre, con un tiraje de 350.000 ejemplares sólo para los cinco países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Se estima que las editoriales Dante, a cargo de la edición en México y Sudamericana, para el Cono Sur, tendrán que adoptar similares medidas.

De lo contrario, las calles de Buenos Aires o del Distrito Federal podrían verse inundadas de estas ediciones que poco se diferencian de las originales. Los adelantos tecnológicos y el desarrollo de la informática facilitan los métodos de reproducción. Basta con obtener un ejemplar de la obra, un buen escáner, una computadora y modernos sistemas de copiado y encuadernación.

Ni siquiera es difícil conseguir el libro a partir del cual se imprimirán las copias falsas. Existen "infiltrados" en distintos puntos de la cadena. Puede ser en la imprenta o en la editorial. Inclusive en las distribuidoras. Una primera impresión demora 48 horas, suficientes para posicionarse del mercado vendiendo la obra generalmente a un tercio del valor comercial.

La venta de libros piratas en Colombia aumentó de 37.000 ejemplares en 1998 a 180.000 el año pasado. Las pérdidas por derechos de autor totalizaron 25 millones de dólares. En Bolivia fue peor: 28.000.000 de dólares, incluyendo software, discos y material audiovisual ilegales, equivalentes al 90 por ciento del consumo, que colocó al país en el segundo lugar en piratería de América Latina, después de Nicaragua.

No siempre se reproducen los libros más vendidos. En La Paz se incautaron 2000 ejemplares de la Historia de Bolivia, el Diccionario de Ciencias Jurídicas y Álgebra de Baldor. En Lima compré hace dos años "La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el bienestar", de Hans-Peter Martin y Harald Schumann, una obra de 319 páginas que en nada se diferenciaba de la versión legal de Editorial Taurus, salvo que hoy es poco legible porque la tinta se ha diluido.

El Centro Nacional del Libro de Venezuela identificó doce fallas para reconocer un libro pirata. Las más comunes son imágenes pocos nítidas, texto difuso, papel de mala calidad, corte irregular, pésimo encuadernado, márgenes desiguales y la impresión del lomo descentrada.

Tanto detalle resulta inútil. Cientos de vendedores ambulantes ofrecen la mercancía ilegal a viva voz, a plena luz del día, en las autopistas caraqueñas. Estas insólitas librerías parlantes y portátiles avanzan entre los autos y esquivan motos para vender El Código de da Vinci, las obras de Coelho y algunas de autoayuda. Nada sobre el polémico presidente Hugo Chávez.

La situación no deja de ser irónica. Vendedores y policías se calcinan codo a codo sobre el asfalto, a pesar que existen 15 leyes y más de 20 instituciones oficiales y privadas para combatir la piratería literaria y las penalidades pueden sumar hasta 1000 unidades tributarias. Aún así, cálculos conservadores estiman que las copias ilegales se elevan a 7 millones de páginas por año.

Singular fuente de trabajo en un continente con millones de desempleados, la venta de libros ilegales tiene sus defensores. En primer lugar, los lectores que se benefician de la posibilidad de comprar libros que de otra forma sería imposible. A un precio promedio de 25 dólares por ejemplar, en varios países latinoamericanos equivale a una cuarta parte de un sueldo mínimo. Con ese argumento, algunos gobiernos hacen la vista gorda aduciendo que es una forma indirecta de fomentar la lectura.

Pero el intelectual mexicano Gabriel Zaid advertía, en otro contexto, que la principal barrera a la difusión del libro "no está en el precio, sino en los intereses del autor y el lector, en las características del texto, en las dificultades de leer y escribir".

Editores, autores y libreros comienzan a unirse sobre el tema. Un escritor me decía que "Justificar la piratería por la pobreza es lo mismo que alentar el robo de alimentos porque la gente no tiene dinero para comprarlos". Un librero limeño se quejaba de las mafias que dominan el negocio. "Tienen el coraje de vender las copias falsas en mi propia puerta".

De Lima es la explicación más insólita que escuché para justificar la compra de libros piratas de Mario Vargas Llosa, uno de los más "clonados". Provenía de un señor de izquierda que admiraba el talento narrativo del escritor peruano, pero odiaba su ideología de derecha, "por lo que no voy a contribuir a su fortuna ni con una moneda de mi bolsillo, pues".

El crecimiento de los libros piratas ha sido tan vertiginoso en la región que el tema será elevado a la próxima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica. El presidente del Grupo Interamericano de Editores, Gonzalo Arboleda, de Colombia, reclama acciones en tres niveles: gobiernos y parlamentos deben mejorar la legislación sobre el libro protegiendo a los autores y lectores; los editores tienen que divulgar obras de calidad a precios asequibles y el sistema educativo es responsable de enseñar el respeto a los valores.

Es una buena síntesis para comenzar a discutir el tema. Circunscribirlo a una cuestión policial no resuelve un problema bastante complejo donde intervienen la creación y la literatura. Ese enriquecimiento de la vida, del que hablaba Harold Bloom para referirse a Shakespeare y Cervantes: "Nos dan un gran sentido de lo que somos, no nos hacen necesariamente mejores personas, pero sí con más imaginación".

Susana Pezzano, artículo publicado en el diario La Insignia (17-10-2004)

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