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Cierzo

Cosas que no pasan en España

10 millones de dólares, es decir, 8,2 millones de euros, es mucho dinero para un particular (al menos para éste particular), pero una nadería para el ayuntamiento de una gran ciudad. No hablemos de un gasto anual de 1,5 millones de dólares (1,2 millones de euros). Éstas ridículas cantidades es lo que planea gastarse la estadounidense ciudad de Filadelfia en proporcionar servicio de acceso a Internet inalámbrico mediante WiFi en los 350 kilómetros cuadrados que ocupa la ciudad. Tan poco dinero es que está planeando ofrecer el servicio gratis (o muy barato), con el objetivo de mejorar la calidad de vida en todo el territorio metropolitano. Tiene suerte Filadelfia de no estar bajo la jurisdicción de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones española... o sería sancionada por siquiera proponerlo.

¿Qué hay más normal que un ayuntamiento que mejora las infraestructuras de su ciudad? De hecho ésa es la obligación de un gobierno local: que sus calles, instalaciones eléctricas, sanitarias y de telecomunicaciones, el servicio de recogida de basuras y la policía local funcionen cada vez mejor. Así sus ciudadanos están cada vez más contentos, y la ciudad gana en la comparación con otras ciudades, lo que provoca que más industria se instale allí, más trabajos, más movimiento económico... Antaño las ciudades instalaban redes de gas de alumbrado, alcantarillado, o cables eléctricos. También cubrían las calles con adoquines, creaban redes de tranvía, instalaban farolas en la calle. A nadie le parecía mal.

Todo el mundo está de acuerdo en que el futuro es de las telecomunicaciones. De modo que no sería ninguna aberración que los gobiernos (estatales, regionales o municipales) llevasen a cabo actuaciones para mejorar las infraestructuras bajo su jurisdicción. Sobre todo cuando una espectacular mejora puede llevarse a cabo por lo que cuesta remozar un parque urbano. Así lo ha entendido la estadounidense ciudad de Filadelfia, que planea proporcionar a todos sus ciudadanos acceso gratis (o muy barato) de alta velocidad a la Red en todo el territorio urbano.

Y ¿por qué no? El precio que la ciudad tendrá que pagar es ridículo en comparación con otros gastos corrientes. Y los beneficios serán inconmensurables; cualquiera que lleve su ordenador equipado con una tarjeta WiFi a Filadelfia podrá navegar en cualquier sitio (en su casa, en su trabajo, en el parque) por dos duros. Eso significa nuevas empresas, más navegantes, usos nunca vistos, innovación, actividad económica, una vibrante cultura digital. En última instancia, vía impuestos, probablemente en pocos años Filadelfia gane dinero con la iniciativa. Una idea original y brillante.

Una idea que en España la entidad encargada de fomentar el desarrollo digital considera una amenaza.

El pueblo granadino de Atarfe también tuvo esa idea, meses antes que Filadelfia. Pero claro, en los EEUU no tienen una Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) tan preocupada de proteger a las empresas que impida a los ayuntamientos proporcionar infraestructuras propias. Suerte que nuestras pobres empresas locales (como Telefónica) están a resguardo de semejantes iniciativas, lo cual protege por ejemplo al esporádico servicio WiFi de Telefónica (a base de tarjetas inencontrables) de amenazas como redes WiFi que realmente funcionen.

Los usuarios, así, no tienen que preocuparse de que sus políticos hagan algo útil por su ciudad, o de que la industria local sufra un repentino 'boom' económico. Las empresas de telefonía, sus pésimos productos y sus abominables modelos de negocio están a salvo, protegidos por la ley y la cobertura de un organismo estatal dedicado a su bienestar. No debemos temer entonces que esto sirva para crear riqueza y mejorar la vida de los ciudadanos como en los EEUU. No, por favor; aquí somos españoles, y lo más importante es que las compañías estén a cubierto de sus usuarios y del futuro.

Da pena Filadelfia; carente de la protección de un organismo serio como la CMT pronto tendrá la desgracia de disponer de una conexión inalámbrica barata y efectiva en toda la ciudad. Una desgracia como cualquier otra que desde luego jamás nos ocurrirá aquí. Porque estas cosas aquí no pasan.

Artículo de José Cervera - El Mundo (04/09/04)

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