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Cierzo

Pena

Aquel hombre me daba pena. Dominado por la furia, me pateaba todo el cuerpo y me perseguía por la casa al tiempo que me insultaba. No podía soportar la idea de ser un cornudo.

Yo le dejaba apalearme sin hacer nada por escapar de sus golpes. Podía destrozarle la yugular en un instante, pero sentía lástima por él. Al final, yo me quedaría con Luisa. Y es que ningún hombre soporta vivir con una esposa que se tira a su perro cada día.

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