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Cierzo

Revolucionarios y revoluciones

Quizás mi criterio personal al respecto sea algo atípico, pero considero que, históricamente, todos los acontecimientos revolucionarios que se han producido tenían un destinatario exterior. Iban dirigidos a los “otros”: la nobleza, los burgueses, los capitalistas, los conservadores o, simplemente, a quienes, según la idea del revolucionario de turno, podían oponerse a sus deseos o frustrar sus proyectos.

Ya sabemos los resultados que ha conseguido esta manera de exteriorizar la revolución. Millones y millones de muertos en nombre de loables ideas de igualdad, fraternidad, libertad y justicia, para llegar a un modelo de sociedad donde tan deseables abstracciones son más valiosas por lícitas que por presentes.

Todo sistema de convivencia, por muy justo y razonable que pueda parecer, está condenado a fracasar si el mensaje que transmite no es asumible por la generalidad de las personas, y para que eso sea posible, sus postulados han de ser armonizables con la naturaleza humana.

“Los sistemas no cambian a las personas, son las personas las que pueden cambiar los sistemas”. Por eso yo defiendo y practico “mi” revolución interior, una revolución que no va contra nadie, ni intenta cambiar a nadie, excepto a mí misma.
Los revolucionarios clásicos pretendían transformar el mundo y este objetivo les parecía tan importante que los llevó a violentar la voluntad y la vida de las personas que se oponían a sus propósitos. La revolución interior propone justo lo contrario: respetar la vida y las ideas ajenas, y limitar los enfrentamientos que cada uno pueda tener con sus particulares contradicciones internas.

Mi idea de la revolución es la de luchar por mi felicidad personal sin agredir al prójimo, yo soy arte y parte, objeto y sujeto de mi propio perfeccionamiento como persona. Por eso en vez de malgastar esfuerzos en intentar cambiar a los demás, reservo mi energía para invertirla en mi perfeccionamiento personal.

Como conclusión, añadiré una cita de Boris Vian: “Lo que me interesa no es la
felicidad de todos los hombres, sino la de cada hombre”.

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