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Cierzo

Como a chinos

Como a chinos Leo en el diario: “Una empresa de alimentación china utiliza pelo humano como ingrediente para fabricar salsa de soja, uno de los condimentos más utilizados en el país, según informó la televisión estatal china.

La compañía Xinsheguagyuan, se define a sí misma como “firma de bioingeniería”, usa diariamente 10 millones de toneladas de cabello humano en la fabricación de extractos líquidos y en polvo que después vende como aceite de soja concentrado. La Televisión Central China ofreció imágenes de la fábrica, situada en la provincia central de Hunei y en las cuales el pelo aparecía almacenado en bolsas, sin ningún tipo de esterilización o medidas higiénicas.

Las autoridades chinas han alertado sobre la práctica de esta empresa argumentando que el cabello humano contiene plomo y arsénico, elementos cancerígenos y muy nocivos para el hígado, los riñones y el flujo sanguíneo”.

Hasta aquí la noticia, que se explica sola, y a la que el columnista ha añadido un comentario sarcástico: “Demasiadas cosas para que sea bueno comer esta cosa. Qué suerte tienen estos chinos. Les dicen que comer eso es bueno y ellos se lo creen. A los chinos se les puede engañar, pero a nosotros no”. Viniendo a significar este añadido que a los pobres chinos los engañan como a tales pero que a nosotros no nos toma el pelo nadie. Posiblemente el columnista ignora que aquí, tan listos que somos, también nos embaucan. Ahora se ha destapado el asunto del salmón de piscifactoría, se le ha hecho un análisis a la carne de estos peces y se han descubierto en ella elementos tóxicos para la salud, por ello se recomienda restringir su consumo. Las Autoridades Sanitarias lo niegan, faltaría más, y aseguran que los elementos perjudiciales se hallan en cantidades tan pequeñas que no suponen ningún riesgo para nuestra salud, aunque lo cierto es que los peces de piscifactoría se alimentan con piensos compuestos. ¿Compuestos de qué? Pues de harinas y grasas animales, de huesos triturados de vaca, quién sabe si loca o cuerda, y de otros ingredientes que es mejor desconocer, porque si fuéramos conscientes de las porquerías que nos metemos a la boca, no comeríamos nada.

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