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Cierzo

Malos humos

Malos humos Cuando Colón llegó a América, los nativos le ofrecieron unas hojas secas como regalo de bienvenida, no sabía que eran tabaco y las tiró por la borda. Dieciocho mil años antes de la llegada de los europeos, el tabaco ya crecía en tierras americanas, los indígenas le atribuían propiedades mágicas, espirituales y medicinales, pero también se consumía masticado, se aspiraba por la nariz, se fumaba y se tomaba en infusión. El tabaco era moneda de cambio y muestra de amistad, sellaba promesas, declaraba la guerra o sellaba la paz.

Durante la conquista creció el desprecio por las costumbres nativas de esos seres “inferiores” y los cristianos condenaron el uso del tabaco, la Iglesia difundió la idea de que era un arma del Anticristo y en 1588 se dictó una resolución contra él. La Inquisición encarcelaba y ejecutaba a los fumadores, estaba prohibido fumar en público... Pero a la par que la demonización del tabaco aumentaba, crecía también el estudio de las funciones medicinales de la planta, se utilizaba para combatir la sífilis y se trataban tumores con ungüentos realizados a base de hojas de tabaco, incluso se incluyó en un tratado, “Historia medicinal de las cosas que se traen de Nueva España”, donde se describen sus efectos beneficiosos para la salud.

La demanda de tabaco creció tanto que se convirtió en un lujo al alcance solo de los ricos y los marineros difundieron la costumbre de fumar por todo el mundo. Viendo los beneficios económicos que generaba, Felipe II impuso una carga especial sobre la planta y ordenó que todo el tabaco entrase por el puerto de Sevilla; con el fin de controlar la producción y acabar con el comercio a pequeña escala, se fundó Tabacalera, la primera compañía tabaquera del mundo, e instauró tiendas estatales, estancos, donde se vendían los productos con un impuesto adicional.

Los gobiernos reconocieron un negocio rentable en el tabaco y un modo de financiar las guerras, así que se dedicaron a extender el hábito de fumar, hasta que en el siglo XVII el exceso de producción saturó el mercado y los precios cayeron en picado, por lo que hubo que dictar leyes nuevas para remontar los precios.

Después de disfrutar de unos siglos de gloria en los que el tabaco estuvo de moda, realzaba el erotismo y proporcionaba un aura de misterio al fumador, se fueron multiplicando las restricciones. En 1971, en Estados Unidos, se prohibió la publicidad en televisión, se crearon zonas de no fumadores y se pusieron en marcha métodos para dejar de fumar. Se había comprobado que la nicotina crea adicción y se redujo su cantidad en los cigarrillos light, se concienció a los consumidores de que los cigarrillos también eran nocivos para los que no fumaban y las empresas tabaqueras se lanzaron a la conquista de nuevos mercados para seguir enriqueciéndose. Ahora los gobiernos se debaten entre el esfuerzo de librar a los individuos de su adicción y seguir llenando sus arcas con los impuestos del tabaco, una difícil papeleta moral que se resuelve mediante la hipócrita advertencia impresa en las cajetillas: El tabaco mata.

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