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Cierzo

Dear Oscar-5

Dear Oscar-5 Dear Oscar:

En cuanto te alejaste de los prerrafaelistas y descubriste el Impresionismo, tus pintores preferidos fueron Monet y Whistler, llegaste a decir que el valor artístico no puede medirse por su estatura didáctica, respetabas a Ruskin y te alejaste de la estética sujeta a la moral. Como acérrimo amante de la Belleza, encontrarás divertido a qué a quedado reducido hoy en día el arte. Te explicaré tres anécdotas para que juzgues por ti mismo.

En Japón, un retrato color ocre está a punto de ser rematado en una subasta por el precio de 83 dólares, entonces un experto alza la voz para decir que es un Van Gogh del período holandés y la pintura se vende en medio millón de billetes verdes.

Dos individuos se saltan todos los sistemas de seguridad del Museo Guggenheim de Bilbao y cuelgan con velcro un cuadro-frangollo entre las obras de una colección. Durante cuatro horas los visitantes contemplan la obra convencidos de estar viendo arte.

La National Gallery de Londres admite haber descubierto un Botticcelli en su colección. Un retrato de San Francisco, que durante un siglo y medio ha permanecido olvidado en los depósitos de la pinacoteca, recibe los honores de una obra de culto porque ha resultado ser un cuadro del maestro del Renacimiento. La National Gallery opina que si el cuadro sale a subasta no costará menos de 15 millones de euros.

El caso acontecido en Bilbao pone de manifiesto una triste realidad y es que sin unos parámetros claros que definan el arte, todo vale. Dos atrevidos gamberros lo han demostrado al colocar una obra en el museo con sus correspondientes datos: “Torbellino de amor”, acrílico sobre tabla, de Mike Nedo (1954) pintado en 1978, Colección Solomon Guggenheim, donado por Aninka Barbangos, en 1986. Todo era falso, pero coló, sirviendo para certificar que el arte actual ha perdido el norte.

Tan acostumbrados estamos a que nos den gato por liebre que ya no distinguimos una pieza vanguardista de un bodrio chapucista. La ignorancia y la falta de criterio generalizadas favorece la canonización de cualquier obra debidamente adobada por el marketing. El arte debería transformar a la gente, no abstraerla, y los productos artísticos actuales son piezas prefabricadas para alienar, piezas que sin duda abominarías, dear.

Hoy la sensibilidad es más para el dinero que para la belleza; se trata de hacer negocio comprando, vendiendo, falsificando, como sea. Es más fácil que a un experto le endilguen un cuadro falso que reconozca un talento verdadero, y es que muy pocos distinguen al artista cuando no es nadie, cuando no produce réditos.

Así están las cosas, dear. Los hay que compran un cuadro porque hace juego con su sofá. ¿No te parece una herejía? Claro que la exigencia en el arte depende de los conocimientos y también en esto andamos de capa caída, pero de este asunto te hablaré otro día.

Sigue en ese rincón del universo donde el tiempo no existe, tu genio es más poderoso que la muerte.

María

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