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Cierzo

La globalización intelectual

Decía el filósofo Marcelo que la verdad no tiene nada que ver con el número de personas a quien convence.

De todas las dictaduras posibles, la peor de todas es la intelectual, esa que eufemísticamente se llama ahora "pensamiento único". Pero, ¿qué es el pensamiento único? ¿El de la inmensa mayoría o ese que en términos neoliberales se denomina "globalización ideológica"?

Contra la inmensa mayoría se ha opuesto a lo largo de los siglos una pequeña minoría de intelectuales, artistas y políticos, que, desde fuera de los círculos del poder, han modificado el curso de la historia, siempre en beneficio de la mayoría y de los grupúsculos marginados.

Apelar a la inmensa mayoría para hacer creíble un pensamiento es una muestra de menosprecio hacia ella, es el dominio hegemónico de los fuertes sobre los débiles, que acarrea el peligro de la aceptación tácita de una oligarquía intelectual que amenaza a la pluralidad de los pueblos y a la singularidad del individuo.

En España, esa Jauja maravillosa e irreal en la que todo va bien porque no puede ir peor, se siguen los dictados de la globalización intelectual bendecida por el capitalismo americano.

En prensa escrita sólo quedan dos periódicos independientes, los demás son tan afines al Gobierno como el mismísimo BOE. En la radio existe más diversidad, pero sigue predominando el pensamiento único. En la televisión no hay sino ver los telediarios para darse cuenta de qué pie cojea cada cadena, que es del mismo.

Todo se mueve hacia lo global. ¡Fuera discriminaciones! Salvo la positiva, terrible incongruencia, pues la discriminación que es positiva para unos, resulta negativa para otros. ¡Abajo el segregacionismo! Todos somos iguales. "Algunos son más iguales que otros", dijo Orwell sobrado de razón. ¡Viva lo políticamente correcto! Los negros americanos ya no son negros, que eso es vejatorio y racista, ahora son afroamericanos, que es lo mismo aunque suena menos peyorativo. Las putas son hoy profesionales del amor, lo cual confiere otro estatus al oficio, es como haber ido a la universidad para practicar una felación.

Desde tiempos antiguos, a la gente que piensa se la ha considerado peligrosa, las ideas pueden subvertir el orden establecido, despertar de su letargo a la masa, y la masa, cuanto más dormida y más aborregada, mejor está. Existen enormes desigualdades entre los hombres, la mayoría se somete a una minoría que piensa y actúa por ellos, la única esperanza de la mayoría es que la minoría esté formada por personas capaces de usar el cerebro y sin miedo en la lucha por la verdad, pero ¿lo está? Mucho me temo que no.

Atrévete a pensar fue el lema de la Ilustración. La discrepancia entre el pensamiento dominante y los hechos basta para debilitar la confianza de cualquiera en la realidad de las palabras, de las consignas, y debería bastar para estimular el desarrollo de una mentalidad crítica, eso obliga, por eliminación, a poner toda la fe (la única fe) en uno mismo.

La mayoría se acoge a racionalizaciones cómodas, adopta como propias las opiniones que le ofrecen los medios de comunicación y no mira más allá de la superficie de las cosas cuando el desafío del hombre actual es renovarse, dejar de tener un pensamiento mediatizado.

Somos lo que sabemos, pensamos y creemos, el conocimiento da seguridad, por eso la debilidad de la ignorancia constituye la ruina de nuestra civilización.

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